Ahora, a petición de algunos lectores, analicemos algunas de las palabras utilizadas y referidas a la NIEVE en el post anterior titulado «Nevada como las de antes: desde la falispa al trapo». Así nos lo piden algunos lectores.
Esas palabras precisas, acuñadas durante siglos contemplando la gran nevada invernal, que utilizan mis paisanos montañeses (la base será La Uña), que describen el fenómeno y que le llevan a Tony a exclamar: ¡Pero qué palabros utilizáis ahí!
1. FALISPA
Es un sustantivo femenino, no recogido por el DRAE, que aquí se utiliza únicamente con el significado de «Primeros copos de nieve muy débiles, casi imperceptibles; nieve menuda; copo de nieve que no cuaja».
Es de uso en toda la montaña oriental leonesa como recoge el Léxico del leonés actual.
En el gallego y en el portugués se utiliza FAISCA, al que se supone una forma antigua *FALISCA, procedente del germánico FALAVISCA. La forma leonesa FALISPA pudiera ser el resultado del cruce de la gallega FALISCA y de la castellana CHISPA, esta última voz expresiva y onomatopéyica que imita el ruido del chisporroteo.
2. NEVUSQUEAR
Está claro que el verbo NEVUSQUEAR forma parte de la familia léxica de NIEVE. Se utiliza con el significado de «nevar con escasa fuerza, ligeramente y de forma poco copiosa». Es de uso generalizado en la montaña de Riaño (León). No lo recoge el DRAE.
El sustantivo NIEVE aparece ya en castellano hacia 1220-1250. Tiene su origen en el latín, pero no en el clásico NIVEM, que hubiera dado NEVE, sino en una forma del latín vulgar NĚVE(M), que, mediante la diptongación de Ě breve (–IE-) y la pérdida de la –M, desinencia del acusativo, habría dado NIEVE.
En 1734 encontramos ya el sustantivo NEVISCA ‘nevada corta de copos menudos’ y su derivado verbal NEVISCAR ‘nevar ligeramente o en corta cantidad’.
NEVISCA tiene su origen en NEVEM y el sufijo –ISCA, y no en NIEVE, como se viene repitiendo; si hubiera sido así, la forma resultante hubiera sido NIEVISCA.
El verbo NEVISCAR, con origen en NEVISCA, tiene numerosas variantes en la provincia de León, como recoge el Léxico del leonés actual: NEVISQUEAR, NEVISQUER, NEVISQUIAR, NEVUSCAR, NEVUSQUEAR, NEVUSQUIAR, NEVUSRRUSQUEAR y REVUSQUIAR.
La forma utilizada en La Uña (León) es NEVUSQUEAR. Estaría compuesta por el lexema NEV- (nieve); el sufijo –ISCA (relativo o perteneciente) se ha transformado en –USQ-, y se abría añadido otro sufijo formador de verbos, -EAR (aspecto frecuentativo). La formación de verbos en español a partir de sustantivos y el sufijo –EAR es harto productiva y con aspectos variados.
3. TRAPO
TRAPO procede del latín tardío DRAPPUM ‘paño’, voz de origen prerromana, tal vez celta. Pertenece al sector textil.
La encontramos en castellano ya en 1081.
La Academia de la Lengua recoge la palabra en la edición de su diccionario en 1739. Pero no será hasta 1970 cuando el DRAE incorpore la acepción relativa a la nieve y utilizada desde antaño en la montaña: «copo grande de nieve». Es evidente que tiene origen metafórico, al comparar estos copos con los trapos o trozos de tela rotos, gastados y desechados.
4. CELLISCA
Es voz castellana que recoge por primera vez el Diccionario de Autoridades en 1729. Da la siguiente definición: «Temporal destemplado de agua o nieve menuda, que con la furia borrascosa de los vientos ciega y perturba a quien lo experimenta». En nuestro caso, nos referimos exclusivamente al temporal de nieve.
Según Corominas, el sustantivo CELLISCA es de origen incierto, aunque cree que pudiera proceder de un supuesto verbo *CELLAR, derivado del latín CINGULUM ‘cincha’. Dicho verbo significaría azotar la cara el viento, como si te estuvieran golpeando con una cincha.
5. TORBA
Nevar con torbas es lo más temido en la montaña por el viandante. Se utiliza para referirse a la nieve que cae e impelida por el viento y formando remolinos azota la cara y dificulta sobremanera el poder desplazarse. La visión se anula y puede llegar a producir la muerte por congelación. Así lo recuerda la lápida colocada en Valdosín que dice que allí murió una vecina de La Uña arrecida viniendo de Ventaniella, vencida por el cansancio y la torba.
El DRAE recoge la palabra con uve por primera vez en 1914 y con la acepción de «remolino de agua o nieve».
Deriva del verbo TURBAR (1220-1250), del latín TŬRBARE ‘perturbar, agitar, enturbiar’.