DESTINO GALLARTA (VIZCAYA): 26 de agosto de 1906

V

PRIMER DÍA EN GALLARTA

A Gallarta llegaron el día 30 de agosto, pasadas las seis de la tarde. En la ladera de aquel monte, de nombre desconocido para ellos, se encontraba su destino. Así lo indicaba un gran indicador de madera: BIENVENIDO A GALLARTA. Quedaron sorprendidos por aquel inmenso agujero cavado en la tierra y que se veía a un lado del pueblo, amenazando invadir las viviendas, lleno de terrazas que se comunicaban y descendían hacia el centro. Tenían que encontrar las oficinas de la mina. Sin preguntar a nadie caminaron hacia la calle que les pareció ser la principal en busca de una cantina. Seguro que aquí les informarían. No tardaron en encontrar una. Entraron en aquel lugar cuyos ventanucos no aportaban demasiada luz. Detrás del mostrador, una mujer ya entrada en años, con cara de pocos amigos y sorprendida por el desconocido calzado que llevaban, les miró con descaro examinándolos de arriba abajo:

―¿Qué van a tomar los forasteros?

―Dos copas de orujo.

―Son 10 céntimos.

Después de haber depositado cada uno sus cinco céntimos encima del mostrador, se decidieron a preguntar:

―Venimos en busca de trabajo desde tierras leonesas. Nos han dicho que necesitan personal para la mina Concha. ¿Dónde se hallan sus oficinas?

―Al final del pueblo, en la ladera del monte, en La Arboleda, hay unos barracones alineados. En el primero de ellos encontrarán las oficinas. Lo dice bien claro un gran cartel. Tengo entendido que cierran a las ocho de la tarde.

Hacia allí encaminaron sus pasos, no sin antes vaciar de todo las copas de orujo. Ya vieron un viejo cartel que anunciaba la mina: Mina Concha. Llamaron a la puerta. Desde el interior se oyó una voz que mandaba pasar. Detrás de un mostrador, un joven imberbe, mirando por encima de sus quevedos, después de realizarles una completa radiografía visual, les preguntó qué deseaban. La respuesta no se hizo esperar:

—Somos de la montaña leonesa. Venimos en busca de trabajo en la mina.

—¿Qué saben hacer? ¿Acaso son barrenistas, artilleros, carpinteros, herreros … o simples peones?

—Ofrecemos nuestra fuerza, nuestros brazos como peones. No defraudaremos. Somos buenos trabajadores. El esfuerzo y compromiso es nuestra garantía.

—¿Cédula de identidad?

Después de haber tomado nota de sus datos de filiación, entregó a cada uno un documento en el que les autorizaba a pernoctar solo por aquella noche en el barracón número tres, previo pago de 0,25 céntimos.

—Entréguenselo al capataz de residentes que encontrarán en la cantina del poblado. Y mañana preséntense aquí a las ocho de la mañana en punto. Pasarán reconocimiento médico y, si el informe es positivo, les haremos el contrato y les informaremos de las condiciones de trabajo.

Sin más, se dio la vuelta y se volvió a su mesa.

En la cantina del poblado minero, propiedad de la mina, encontraron al capataz de residentes. Él era quien regía aquel inmenso almacén en el que no solo se servían bebidas, sino que se vendían objetos de todo tipo: desde comida a ropa, pasando por los más diversos utensilios. Pronto se habrían de enterar de que sería su lugar de aprovisionamiento obligatorio. Una vez que se identificaron y entregaron el bono-reserva de pernoctación, el capataz les acompañó a su destino, el barracón número tres.

En aquel barracón, sin apenas luz, maloliente, les asignaron un pequeño cubículo que había a la entrada con dos destartaladas camas, sin colchón. Sobre una tarima de madera, cuatro tablas unidas por dos travesaños servían de somier. Al fondo se hallaba un pequeño cubículo que hacía las veces de retrete. El capataz, con voz de mando militar, les advirtió:

—A las diez se cierra la puerta y todo el mundo debe estar en la cama. El que se quede fuera tendrá que dormir al abrigo de las estrellas.

La noche se hizo larga sobre aquellas duras tablas de madera, mal avenidas, y de un color confuso, que miraba más al negro que a otro,  a las que se les había dado el oficio de somier. La protesta silenciosa de los sufridos huesos no cesó en aquella oscuridad, a pesar del cansancio acumulado de días de caminar y caminar.

(CONTINUARÁ)

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