ASUSTADORES DE NIÑOS: (1) «EL TÍO CAMUÑAS»

De nuevo regreso a mi infancia, sumida en la ruralidad de un pueblo de las montañas orientales de León, Siero, para rememorar los personajes «asustadores de niños», para bucear en su desconocido origen una vez que el miedo ha dado paso al conocimiento y que el tiempo nos permite estos juegos de la edad tardía.

Y es que en muchos lugares de España se han utilizado -¿se siguen utilizando?- diferentes personajes que pertenecen al folklore popular, personajes estereotipados, planos, y con escaso recorrido narrativo, para que los niños obedezcan a sus padres, recurriendo estos de forma espontánea e impensada al miedo como procedimiento educativo-coercitivo. Entre los de mi infancia recuerdo al tío Camuñas, el Coco, el tío del unto, el tío del saco, el tío que sacaba la sangre, los húngaros, los guardias y los gitanos. Hoy le tocará el turno al tío Camuñas, que no es el más antigüo, como se verá en otros post, pero sí el que más miedo daba.

Pero antes, digamos algo sobre el miedo y su función humana y social. Yo creo que el miedo es connatural al hombre y que no hay ser humano que no tenga miedo a algo: a lo desconocido, a la muerte, a las tormentas, al mar enfurecido, a los lobos, a la soledad, a la noche, al fracaso, al propio hombre, etc. Cada uno tiene sus miedos que están operando desde su tierna infancia, y que están conectados con su entorno ambiental y familiar. Condicionarán su desarrollo vital. El paso de los tiempos supera unos y trae otros, hasta que la que cierra nuestros ojos los adormece. Lo que sucede es que hay valientes que dicen no tener miedo a nada ni a nadie, pero yo no me lo creo, simplemente no lo admiten o lo transforman en «precaución». Creo que el miedo es uno de los grandes reguladores personales y sociales.

En Siero, como decía, cuando era niño y no obedecía las indicaciones de mis padres, como por ejemplo ir a la hora a la cama o dormirme rápidamente, tuve que oír muchas veces ¡Que viene el tío Camuñas! Yo no sabía quién era el tal Camuñas, pero sí que daba mucho miedo y nadie osaba enfrentarse y no obedecer ante tal amenaza. ¡Seguro que el miedo atenazaba mi sueño y me hacía estar pendiente con ojo avizor de que la puerta de la habitación no se abriera y por ella entrara el tan temido personaje, en vez de dormirme! Nunca me pregunté quién era, dónde vivía, cuál era su físico; tenía una vaga idea de que era un ser deforme, muy feo y con largas uñas;  lo que sí sabía era que era enemigo de los niños y se los llevaba para no volver. Además, siempre se adobaba la frase con el recordatorio a una historieta que había pasado en alguno de los pueblos vecinos y cuyo protagonista era el tío Camuñas y un niño al que se había llevado por no querer obedecer a sus padres. Y esta es la simple historia, una historia de miedo a lo desconocido.

Hoy ya me puedo preguntar por el origen del tal Camuñas y la respuesta es sorprendente. No la hubiera imaginado. Veo la historia inserta en la literatura tradicional, una leyenda de escaso desarrollo narrativo que ha sido trasmitida vía oral de generación en generación, y que en este caso hay que situar en el siglo XIX. Por tanto, nos encontramos ante una leyenda relativamente moderna si la comparamos con la del Coco, de la que ya hay noticias en el siglo XV. Pero antes, recordemos que la palabra tío, en este contexto, no significa parentesco, sino que es un tratamiento popular de respeto que se da a los mayores, en vez de utilizar el usual señor, ya recogido en 1739 por el Diccionario de Autoridades, y que los de mi generación utilizábamos habitualmente en el pueblo. Se iba en ca del tío Jesús o en ca de la tía María; se hablaba del tío Jandro o de la tía Juácara. Y ninguno era familia.

Camuñas es un pueblo de la provincia de Toledo. En él nacía el 11 de septiembre de 1762 Francisco Sánchez Fernández. Allí creció y allí vivió ejerciendo de correo, según algunos, por el extraordinario conocimiento que manifestó de los caminos y lugares de esas tierras manchegas. En 1808, tras la invasión napoleónica, muere un hermano ajusticiado por los franceses; muere igualmente un hijo de 10 años al que solo dejan dar sepultura. Entonces jura que no parará de luchar contra los franceses y matar a cuantos pueda. Forma su partida con amigos de su pueblo y convecinos y se dedica a hostigar a las tropas francesas a las que infringió en numerosas ocasiones cuantiosas bajas. Llegó a ser tal el miedo que los franceses tenían a Francisco Sánchez que cuando éste aparecía en escena gritaban con horror: ¡Que viene el tío Camuñas! El motivo parece ser que estaba en su actuación despiadada y sanguinaria. El 12 de noviembre de 1811 fue apresado en Belmonte (Cuenca) por las tropas francesas al mando del general d´Armagnac y fusilado al día siguiente, recibiendo sepultura en la iglesia colegial de Belmonte por orden del mando francés. Así pues, por mor de la metonimia, Francisquete, que este era su apodo guerrero, se convirtió en Camuñas y por mor de la leyenda pasó de ser un héroe de la guerra de la Independencia a un personaje utilizado para meter miedo a los niños. Me viene a la memoria un ejemplo más antiguo: En los Países Bajos metían miedo a los niños acudiendo al gran duque de Alba (1507-1582), que fue azote y verdugo de estos pueblos en el siglo XVI al mando de los tercios.

¿Cómo se explica el cambio de héroe a villano, de personaje real a monstruo asusta niños? Yo creo que en el caso de Camuñas está claro. Partimos de un hecho y un personaje históricos, descritos sucintamente más arriba. Entra el personaje a formar parte de la leyenda que le recuerda como héroe, pero que lleva anexionado el miedo. El devenir del tiempo y la transmisión oral olvidan al héroe, olvidan la historia y solo recuerdan al personaje que da miedo. Pasa a formar parte de las leyendas, a la anonimia. Se hace pueblo y el pueblo lo utilizará, la transmitirá oralmente. Una vez que se ha producido este proceso, el paso siguiente es el de añadirlo a los personajes folklóricos que hemos denominado «asustadores de niños» y difundirlo por la geografía española. Y es que no solo está en León –también se dice aquí ¡Pareces al tío Camuñas! para referirse a una persona desastrada-, también en Asturias, en Zamora, en Extremadura, en Huesca, etc.

Creo que es un ejemplo claro de cómo se forman las leyendas, de cómo una historia real se convierte en ficción, de cómo se van seleccionando exclusivamente los ítems narrativos que interesan, en definitiva, de cómo se hace tradición. Lo que sucede es que en la mayoría de los casos no conocemos bien el proceso que ha dado origen a la leyenda por hundirse en tiempos remotos.

Y como los tiempos evolucionan, Camuñas se ha convertido en personaje de cuento en el que el carácter maligno, el miedo y el vestir desastrado del monstruo se combinan y van a ser derrotados por la astucia y la inteligencia de la otra protagonista: la niña Blanca. Esta es la portada de dicho cuento:

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